La luz natural y artificial se crecen en nuestros proyectos como herramientas y materiales necesarios. Esto no lo hacemos solamente desde un punto de vista estético, también juegan un papel intenso en el estado de ánimo y las actividades de las personas que habitan los espacios.

La luz por sí misma o por su negación, lo hace a nivel estético, funcional sensorial. Las sombras que ésta genera y los reflejos añadidos nos pueden facilitar la creación de ambientes de la misma manera que pueda hacerlo un material susceptible de tacto y color.

Por ello que en nuestros primeros bocetos, en la primera instancia de ordenación de un espacio comercial o un hogar, la proyección de la luz artificial o la captación de la natural se nos antoja más que necesaria.

Su adecuación a nuestro estilo simbólico conformado de líneas limpias y depuradas convierten muchos de nuestros trabajos en  vibrantes exposiciones de materiales y sensaciones, proyectando zonas de luz y sombras adecuadas a cada momento.

Quizás la influencia de artistas y arquitectos mediterráneos haya generado nuestra inquietud por lo lumínico, por la creación de identidades no corpóreas pero que contienen identidad propia aunque no sea tanglible.